Cada mañana, a la misma hora (09:09), se sienta en una esquina del bar concentrada en su “Oda al café”. Pero siempre acaba encallándose. Cuando eso ocurre, se levanta, paga al camarero que, como de costumbre, al coger las monedas le guiña un ojo seductor, y sale rumbo a la Barceloneta, donde cada mañana se ocupa de darle de comer a su cría de tiburón. Ahora que las gotas de sudor ya empiezan a asomar en los cuerpos calurosos, algún que otro soñador surfero lanza su tabla al mar (digo soñador porque en esta playa es difícil pillar alguna ola, a no ser, claro, que soples muy muy fuerte durante una semana). Entonces la chica les mira con ojos maquinadores, acariciando a su tiburón, pensando en futuras fechorías. Porque sí, es lo que estáis pensando, la muchacha planea domesticar a su pequeño monstruo para que aprenda a robar tablas de surf que a ella le gustan sobremanera. Quiere que se convierta en una especie de pez pirata. Con las tablas pretende construirse una cabaña en un lugar tranquilo, como el rompeolas de la Barceloneta.
Más tarde, alrededor de las 16h, coge el metro, hace trasbordo hasta llegar a Vallcarca, donde se pierde entre una marabunta de guiris que caminan siguiendo señales hacia el Parc Güell. No tiene dinero para ir al gimnasio, pero subir cada día esas escaleras, casi perpendiculares e interminables, que preceden al parque (ella no sube por las mecánicas nunca) le hace quemar más calorías que una hora de clase de steps. Y, ¿por qué ese extraño recorrido? Pues fácil. Un día leyó en alguna revista que Brad Pitt es un amante de Gaudí y que siempre que puede se escapa a Barcelona y pasea de incógnito por aquel lugar. Ella tiene la certeza de que algún día dará con el actor y por eso se dedica a escudriñar a cada extranjero con buen cuerpo, gafas de sol y gorra (será que hay pocos…) hasta que consiga su objetivo. Cuando le encuentre tiene muy claro lo que hará: le secuestrará, se lo llevará a su futura cabaña en el rompeolas y a cambio de su libertad le pedirá (no sexo, que es lo que la gran mayoría de las chicas desearía) sino que lleve a las pantallas un guión que está escribiendo y que actúe como protagonista.
En eso está pensando cuando, al levantar la mirada, el sol le obliga a entrecerrar los ojos. Entonces se da cuenta y sonríe, porque se acerca el verano y los días cada vez son más largos.
Más tarde, alrededor de las 16h, coge el metro, hace trasbordo hasta llegar a Vallcarca, donde se pierde entre una marabunta de guiris que caminan siguiendo señales hacia el Parc Güell. No tiene dinero para ir al gimnasio, pero subir cada día esas escaleras, casi perpendiculares e interminables, que preceden al parque (ella no sube por las mecánicas nunca) le hace quemar más calorías que una hora de clase de steps. Y, ¿por qué ese extraño recorrido? Pues fácil. Un día leyó en alguna revista que Brad Pitt es un amante de Gaudí y que siempre que puede se escapa a Barcelona y pasea de incógnito por aquel lugar. Ella tiene la certeza de que algún día dará con el actor y por eso se dedica a escudriñar a cada extranjero con buen cuerpo, gafas de sol y gorra (será que hay pocos…) hasta que consiga su objetivo. Cuando le encuentre tiene muy claro lo que hará: le secuestrará, se lo llevará a su futura cabaña en el rompeolas y a cambio de su libertad le pedirá (no sexo, que es lo que la gran mayoría de las chicas desearía) sino que lleve a las pantallas un guión que está escribiendo y que actúe como protagonista.
En eso está pensando cuando, al levantar la mirada, el sol le obliga a entrecerrar los ojos. Entonces se da cuenta y sonríe, porque se acerca el verano y los días cada vez son más largos.
1 comentario:
ei! es super xuuuulo!es una paranoia total pero que a la vegada transmet com molta energia positiva! (weno, o potser es xq jo tb tic mig boja! jejeje)
Publicar un comentario