domingo, 12 de octubre de 2008

Une drôle de librairie

Trabajando en Nantes...

Deja caer su regalo sobre el techo del tranvía y sigue volando hasta la plaza de la catedral, donde se pelea con un par de compañeras por unas migas de pan. Luego vuelve a levantar las patas del suelo, cruzando la Place Royale y mojándose un poco las plumas con el agua de la fuente, hasta aterrizar delante de la librería Atalante.


Nada más entrar, en una gran pancarta que deslumbra (en sentido literal: las bombillas de colores fosforitos ciegan) está toda la información necesaria sobre la tienda: “Science Fiction” (o S.F. como le llaman ellos, siempre con esa curiosa manía de abreviarlo todo), “Fantasie”, “Policier” (polar) “et Cinéma”.

El jefazo tiene por costumbre llamar siempre a l@s dependientes@s Sophie. Más que nada por sus graves problemas para quedarse con los nombres de la gente.

Ahora mismo hay dos hombres que trabajan de dependientes: uno es joven, alto y aficionado al culturismo, así que está mazadísimo, y lleva el pelo rapado al uno; el otro ronda la cincuentena, bajito, fondón, calvo, con gafas que sostiene su ancha narizota y barba larga. Se hace raro llamarles Sophie…pero los dos tipos responden al momento cuando se usa ese nombre, por lo que el invento funciona.


Como ayudante, ambos disponen de un pequeño ratón de biblioteca de dimensiones estándar (cabe en la suela de un zapato 37-38), que se ocupa de ir a buscar libros en reserva u ordenarlos sobre las estanterías del local.

Por lo que respecta a la maison d’édition, responde a las siguientes características: entras, caminas hasta el fondo, giras a la izquierda y voilà, te das de bruces con una bonita pared; pero si vuelves a girar la cabeza (esta vez a la derecha) te encuentras ante 2 pisos, con 3 mesas en cada uno de ellos. En estos precisos instantes una de las trabajadoras (una traductora) se encuentra frente a la pantalla de su Apple haciendo magia. En la pared, colgado, hay un mapa de Francia atiborrado de chinchetas rojas, blancas y azules. Indican las librerías donde se venden los libros de la editorial Atalante, con las que ya están haciendo tratos y las azules futuras víctimas. Después, sobre una pila de libros viejos se apoya una impresora que no es lenta sino lentísima, pues tiene que hacer precalentamiento antes de empezar a imprimir, acompañándolo de toda serie de pitidos y encendiendo y apagando luces por todos lados. Menos mal que los trabajadores son muy linces y entre su equipamiento cuentan con un saco y unos guantes de boxeo, para desahogar tensiones.

El día de trabajo empieza a las 10:00, tiene una pausa a midi et demi para tomar el déjeuner (siempre me ha parecido curioso que con lo sistemáticos y metódicos que son los franceses le hayan puesto al desayuno “petit déjeuner”, a la comida “déjeuner” y, en cambio, a la cena “dîner”. Siguiendo la serie lógica se debería llamar “grand-déjeuner”, ¿no?). Le boulot se reanuda a las catorce (que es como leen ellos las horas, siempre tan científicos) y continúan hasta las diecinueve, momento en el que cogen sus cosas, suena un silbato y se meten todos en fila militar delante de la puerta para salir corriendo uno detrás de otro. Finalmente es el ratón de biblioteca quien se ocupa de cerrar.


1 comentario:

mia dijo...

jajajja alicia!! pensa pensa..pirates, mar , VAIXELLS...jaja soc la sara! jajaj petunets noieta!