jueves, 29 de abril de 2010

Albaicín, flamenco y cerveza

Lástima. 
Lástima que la ciudad de las calles empinadas, del asfalto que provoca un chirrido angustiante al frenar los coches, de los bares como setas, de la gente  chisposa, de los camiones que se meten marcha atrás en una bocacalle de diámetro peligrosamente pequeño y paralizan el tráfico durante 15min, de los artesanos de guitarras que cuestan a partir de 2000€, de los gráffitis con mensaje, de las cervezas con tapa, de las procesiones que convierten el centro en un gran parking, sea también la ciudad de los espectáculos de flamenco que cuestan más de 25€ y a los que acuden autocares cargados de guiris,  la de los gitanos sólo de apariencia que tocan en plazas repletas de mesas con guiris zampando, la de los guiris guirineando y los granadinos vistiéndose de lo que haga falta para llamar la atención de los guiris. Guiris, todo para guiris, lleno de guiris.
¿Nosotras también lo somos? Sí, claro, pero es que te encuentras demasiadas veces con una careta y es difícil dar con algo un poco más real. Quizás es eso, pensar que si la careta es tan increíble cómo debe ser lo que hay detrás.
Porque la esencia, cuando realmente vale la pena -y en este caso es así- suele ser como un géiser, que emerge en cualquier descuido. Y los descuidos abundan, por suerte.

Granada, para guiris o no, ¡es GRANDE!

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