martes, 7 de agosto de 2007

Gotas de recuerdos en el cristal de la memoria II

Mirna se va calmando, tirada en el suelo, con la respiración entrecortada. Un hombre con peluca y tacones se le acerca preocupado y la ayuda a levantarse. Se arrodilla con delicadeza y se la lleva casi en brazos hasta un portal, donde la sienta. No le dice nada, sólo le da un beso en la mejilla, dejándole el dibujo de sus labios color carmín, y le acaricia el pelo, tranquilizador. Tras unos minutos en silencio ella le pregunta:
-¿Tienes tarta de Santiago?
Él, con dificultad, saca un par de monedas de un bolsillo minúsculo de su minifalda dorada con brillos de purpurina y dice:
-Bueno, veremos qué se puede hacer. Ven.
Entran en un bar y el hombre pide tarta de Santiago. Le miran con mala cara y le traen una de manzana rancia. Mirna se la come con apetito y está empezando a pronunciar una serie de palabras cuando algo le llama la atención: una pegatina desubicada que ha perdido casi todo el pegamento; en ella se lee: “Aire de Castilla”. Mirna se levanta de golpe, olvidándose por completo del hombre con el que estaba hablando, que tan amablemente la había socorrido antes, y, como una autómata, sale del bar con rumbo fijo.
En diez minutos se encuentra frente a la puerta por donde salió esta mañana. Él la abre antes de que ella meta la llave en la cerradura. La estaba esperando. Le sonríe paternal, mirándola con sus ojos cansados pero vivos de viajero científico jubilado, y la acompaña hasta la sala-laboratorio. La sienta delante de una mesa, llena de frascos extraños. Coge uno de ellos, con una etiqueta que pone: “gotas de recuerdos”, le tira la cabeza hacia atrás a la chica con sumo cuidado y le echa un par de gotas en cada ojo. Mirna se desmaya, pero tras un par de minutos volverá a recobrar el conocimiento, como siempre. Quién sabe, quizás esta vez renace en México, en la India…

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