viernes, 14 de noviembre de 2008

Máscaras I

Caen en mi choza gotas asquerosas del gran barro humano.”

Víctor Hugo


Al abrir la puerta del bar una ráfaga de música le abofetea los oídos.

Hay poca luz y el ojo debe acostumbrarse a esa semioscuridad, así que las siluetas se van dibujando despacio, siguiendo el ritmo de dilatación de sus pupilas.

Cuando ya tiene las pupilas dilatadas, se da cuenta de que hay algo que no encaja en aquel lugar, aunque no sabe muy bien qué es. No puede evitar que sus sentidos se pongan en alerta, por esa alarma preprogramada que suena siempre que se presencian situaciones anormales. Pero no deja que el temor aflore a la superficie y los sentimientos quedan a salvo bajo su máscara del “hombre que ríe”. Con la eterna sonrisa colgada en la cara, avanza hacia la barra, haciendo un esfuerzo a cada paso por desenganchar sus zapatos del suelo pegajoso.

Pide una cerveza y cuando se dispone a dar el primer trago nota el roce helado del metal sobre su hombro. Se gira y reconoce al hombre que tiene en frente. Los indicios de peligro que Víctor había detectado se ven ahora confirmados. Es el wapentake. Le sigue hasta un futbolín sucio y destartalado, a conjunto con el ambiente que reina en el local. El wapentake se detiene, le mira fijamente y dice:

-Ahora debes jugar, es tu turno.

Víctor busca en su bolsillo y saca un euro que no acierta a introducir por la ranura del futbolín. Su mano tiembla de forma incontrolada. La moneda cae al suelo y llega rodando hasta los pies del wapentake. (La representación de la justicia suele ejercer ese efecto imán sobre el dinero).

Se produce un silencio incómodo, culpa del miedo a hacer el ridículo. Y tras ese eterno segundo, todos, menos Víctor, estallan en carcajadas. La sonrisa que Víctor había luchado por mantener se esfuma y, para contrarrestar la derrota, suelta un intento de carcajada que se queda en extraño sonido gutural.

El oficial grita alegre:

-¡Tranquilo, hombre, que todo esto no era más que una actuación en coña! Es que la jefa nos ha ordenado ir a buscarte. Tienes fama de ser un jugador hábil y este, –dice señalando a un joven alto, moreno y de aspecto humilde- que se hace llamar Pijoaparte, por el personaje ese de Marsé, sabes quien te digo, ¿no?, pues asegura que a él no le gana nadie. Sólo queríamos comprobarlo.

No hay comentarios: