domingo, 3 de enero de 2010

Billete de avión de regalo

-Tenía los nervios desquiciados, el párpado me latía como si se escondiera una mariposa dentro, y me era del todo imposible dormir, supongo que usted debía estar más o menos igual, así que encendí el walkman, que lo tengo lleno de celo por todos lados, mire, mire, me puse un auricular, el otro no funciona, y empecé a escuchar una cinta de meditación que encontré un día en los lavabos del bar donde trabajo. Si quiere después se la dejo. Llevaba unos cinco minutos buscando la luz que hay en mi interior, reprimiendo mi rabia y mis ganas de llorar y todo eso, cuando noté que alguien se sentaba a mi lado. Abrí los ojos de golpe, más por instinto que otra cosa, ¿sabe?, como respuesta a aquella frase, que ya debemos tener grabada en nuestro subconsciente, que repiten incesantemente por los altavoces del aeropuerto: “Rogamos a los pasajeros que mantengan sus equipajes de mano controlados en todo momento.” En frente de mí había una mujer mayor, calculo que debía tener unos cincuenta años, leyendo atentamente la hoja de reclamaciones, mientras profería todo tipo de insultos contra Air Madrid. Añadí algunos más a su lista, he, he, parece que la meditación no había surtido mucho efecto, y ella me dirigió una sonrisa. Al poco tiempo estaba escuchando impresionada su historia. Se la voy a contar, ya verá, seguro que nunca ha oído nada igual.

>La señora se había propuesto desde muy pequeña pasar unas navidades en Santiago de Chile. ¡Fíjese usted qué lejos! Pero lo curioso es que había jurado que tenían que regalarle el viaje. Sabía que probablemente no encontraría a nadie tan generoso, ya que ni Papa Noel, ni Los Reyes Magos existen, así que decidió que iría guardando todo el dinero que se encontrase por la calle y con eso pagaría el billete. Me dijo que se había convertido en una experta y era capaz de distinguir el brillo de una moneda a varios metros de distancia. Incluso tenía un detector de metales con el que solía pasearse al anochecer por la playa. Se ve que tardó cuarenta años en reunir la suma necesaria. ¡La suerte se la debió gastar toda en encontrar el dinero y cuando fue a elegir la compañía aérea para su viaje ya no le quedaba! El caso es que los seiscientos euros que nos han ofrecido como indemnización no le llegaban para pagar un billete ahora: el tiempo es como un ascensor en el negocio de los transportes, ¿sabe?, eleva los precios por las nubes.
>Bueno, pues después me tocó el turno a mí y le conté mi situación. Yo soy de Oaxaca y vine hace seis años a Barcelona. Me licencié en medicina, pero allí las cosas estaban muy mal y aquí al menos tengo un trabajo con el que me puedo pagar mis necesidades básicas. Llevo todo este tiempo ahorrando: parte del dinero se lo voy enviando a los míos, que se han quedado en México, y la otra la he ido ingresando en una cuenta para poder viajar a mi país. Después de las primeras horas de desesperación, me estaba intentando tomar la situación con ironía. Me refiero a lo de los impresentables estos de Air no sé qué. En estos casos no sabes como reaccionar, ¿verdad? Y ya me estaba haciendo a la idea de que estas navidades no podría pasarlas con mi familia cuando apareció aquella mujer. Resulta, ¡y es verdad eh!, que después de escuchar mi historia, me ofreció su dinero. Sí, sí, como lo oye. Me dijo que en realidad no era suyo, que en cierto modo era un regalo sin destinatario fijado y que yo lo necesitaba mucho más que ella. ¡Dios la bendiga! Y eso que yo no soy muy creyente eh, pero gracias a ella estoy sentada aquí a su lado, enrollándome como una persiana, porque estoy siendo muy pesada, ¿no?

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