martes, 14 de agosto de 2007

Agua y aceite

Me esperaba una ciudad más parecida a una mezcla de los escenarios en los que mi imaginación situaba algunos cuentos de Las Mil y Una Noches y los de la película de Aladín. Pero no. Supongo que me había sucedido algo más típico del turista que del viajero: había igualado todo lo que yo entendía por mundo oriental y me había dejado llevar por los tópicos. Istanbul es más real aunque es cierto que posee detalles de fantasía exótica.

En el primer paseo todo nos sorprendía. Me llamó bastante la atención la cantidad de tenderetes de comida y lo pesados que son los amos de estos. Te salen al paso incluso desde los restaurantes para que entres o para venderte su producto, tanto si es la hora de comer como si son las 4 o las 7. Sobre todo abundaban los puestos de maíz tostado y de una especie de pastas redondas con un agujero en medio. También me sorprendió ver algún que otro hombre acompañado de dos esposas (o al menos eso parecía). Pero según mi punto de vista, la ciudad está bastante occidentalizada. Los resultados de los esfuerzos de Atatürk son visibles. Es cierto que algunas mujeres pasean de negro tapadas de arriba a bajo, pero no son muchas y lo curioso es que algunas llevan gafas de sol modernas, bolsos de última moda que contrastan con la vestimenta o van cargadas con bolsas de compras como cualquier mujer que ha salido de rebajas. El resto de ellas (no es que hubiera muchas por la calle) iban con pañuelo en la cabeza pero vestidas normal y algunas sin pañuelo. En cambio las niñas correteaban y jugaban contentas. Era extraño pensar que muchas de ellas al crecer deberán encerrarse en casa bajo las órdenes de sus maridos y cubrirse la cabeza o el cuerpo entero. Pena es algo cercano a lo que sentía por ellas. No podía comprender que muchas estén orgullosas de llevar pañuelos y de vivir bajo la sombra de sus esposos. Y es que nuestra mentalidad de europeos cristianos aunque no seamos creyentes nos convertía en gotas de aceite incapaces de mezclarnos con la mentalidad musulmana. ¿Pero podemos decir que tenemos razón al criticar sus costumbres? Son abominables pero eso lo digo según mi manera de pensar. ¿Cómo puedo asegurar que realmente lo son o que las nuestras no lo son más que las suyas?

Otro detalle curioso es que los hombres se dan muchas muestras de cariño entre sí. Para empezar no se saludan dándose la mano sino con besos en las mejillas y algunos caminan abrazados o cogidos del brazo, como suelen hacer aquí las mujeres.

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