domingo, 12 de agosto de 2007

Bienvenidos a Oriente

Con las mochilas a cuestas entramos en PTT (correos), dentro del aeropuerto, que es donde nos timan menos con el cambio de euros a liras turcas. Y corriendo porque estamos a punto de perder el autobús (una constante en nuestro viaje) que va a Taxim, el centro moderno de la parte occidental de Istanbul, salimos del aeropuerto. El bus está hasta los topes y nos tenemos que sentar de tres, pero eso parece ser algo normal. En Barcelona no nos hubieran dejado subir y habríamos tenido que esperar al siguiente. Llega el conductor y me señala haciendo un gesto que supongo que significa que vaya delante con él. Allí baja la silla que hay siempre en las escaleras del bus, a la derecha del conductor, para que me siente. Nos ponemos en marcha y al poco rato empieza a llover.

El conductor es amable pero no sabe mucho inglés y a mis preguntas sólo responde con monosílabos, así que me doy por vencida y decido concentrarme en mirar por la ventana. Es entonces cuando descubro la curiosa manera de conducir de los turcos. ¿Por qué no adelantar por el arcén si los otros dos carriles están ocupados? Mucho más cómodo. ¿Y por qué llevar casco en la moto si se puede ir con la melena ondeando al viento? Qué más da la seguridad.

Por lo que respecta al paisaje, el lado oriental de Istanbul parece, al menos así lo aprecia mi subjetividad occidental, más humilde. Pasamos por delante de unas cuantas mezquitas, pero lo que más me sorprende es la cantidad de banderas turcas por todos lados, hasta alguna en la carretera. Las elecciones son dentro de poco (las han anticipado) pero no sabía yo que los turcos fueran tan patrióticos. Supongo que al tratarse de una situación política tensa todo se acentúa. Y en varias ocasiones, junto a las banderas hay también colgado un retrato de un hombre: suponemos que se trata de Attatürk. Pero todavía no comprendemos la importancia de este personaje, la descubriremos más tarde, en un vagón de tren camino de Atenas. En ese vagón descubriremos mucho más de la verdadera Turquía que en los tres días que pasamos visitándola, al menos según mi punto de vista.

Por fin, tras cambiar de autobús en Taxim, seguir las instrucciones escritas en un papel de pedidos por un camarero turco y caminar un ratillo, llegamos al albergue, situado en Sultanahmet, el centro histórico, a dos minutos de Sta. Sofía y la Mezquita Azul. Tuvimos suerte al elegir (una de las únicas veces) y por 7€ la noche dormimos, desayunamos y navegamos gratis por internet en un lugar muy acogedor, con una terraza desde donde se puede ver parte de la ciudad y el mar sentado en un rinconcito de cojines y alfombra fumando una cachimba, bebiendo raki o jugando al backgammon.

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