domingo, 19 de agosto de 2007

Visitas I

13 y 14 de julio

“I have seen many men with no clothes on them. I have seen many clothes with no men inside them.”

Esta es una de las frases escritas en la pared de un museo interesante sobre la historia de Turquía, lástima que el que decidió la ubicación del museo no tuviera muchas luces: justo en medio de Hagia Sofia. Y con tal de camuflarlo brillante idea la de pintarlo completamente de blanco (¡suerte que no les dio por un amarillo fosforito!). Bonita manera de estropear un monumento. Y para acabar de deformar la belleza original de la mezquita un andamio enorme sosteniendo y tapando la cúpula principal. Sobra decir que me gustó mucho más la Mezquita Azul.
Pero ese fue el recorrido del penúltimo día. Volvamos al primer día.

Empezamos por la mezquita Yeni Cami seguido del Bazar Egipcio o de Las Especias. Pero para llegar a él atravesamos un mercadillo en el que vendían plantas, peces y sanguijuelas. He visto muchos mercados en los que venden plantas, también muchos en los que venden peces, pero, ¿sanguijuelas? La respuesta del vendedor, que nos contestó como si estuviera explicando algo completamente normal, fue que servían para curar las heridas porque chupaban la sangre y cortaban la hemorragia. Un remedio curioso. Aunque esa no fue la única anécdota extraña: volviendo al albergue nos topamos en la calle con un kurdo muy simpático que nos hablaba detrás de una mesa sobre la que había un par de conejos y una tapa de caja de cartón llena de agujeros con papelitos dentro de estos. Pensé que debía vender algo, pero ¿el qué? Conejos no porque sólo tenía dos y uno de ellos era una cría. Pues resulta que no vendía, regalaba predicciones de futuro. Te preguntaba tu nombre y mientras colocaba la tapa de cartón delante del conejo le decía al animal: “Venga, coge un papel para X” y el conejo lo cogía con sus dientes. Desdoblabas el papel y te encontrabas con las típicas frases que hay dentro de las galletitas japonesas.

Ese fue el primero de los dos kurdos que conocimos. El otro era uno de los recepcionistas de nuestro albergue. Estaba enterado del movimiento independentista que existe en Cataluña y en el País Vasco y solidarizado con ambos sin conocerlos muy bien. Nos explicó que el pueblo kurdo también buscaba la independencia, la diferencia es que ellos no poseen ningún territorio. Empezó a criticar a los españoles como si nosotros fuéramos sólo catalanes pero sus críticas eran absurdas, muy machistas y demostraban una mente cerrada. Uno de sus argumentos para atacar a los españoles fue la tradición de los toros: ¿cómo podemos matar por placer a un animal? Vaya, justamente los kurdos destacan por su pacifismo que se nota sobre todo en las matanzas que han perpetrado. Entonces nos preguntó si nos sentíamos catalanes o españoles. Los que estábamos (que no éramos todos) contestamos que ambas cosas a lo que él respondió con otra pregunta: ¿vuestro padre tiene sangre catalana? Sí. Pues entonces sois catalanes. Pero, ¿y si nuestra madre no tiene sangre catalana? Eso no importa, la de la madre no cuenta, sólo la del padre. Un razonamiento realmente inteligente.

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